Juzgar.
Siempre solía juzgar, aspecto físico, estatus social,
belleza. Una mierda de persona.
No me daba cuenta de cuanto afectaban mis palabras a los
demás y a mí, porque muchas de las palabras que emitían mi boca, varías veces
me dejaron mal parada o gente que realmente me quería se alejó de mí, confundía
el “ser sincera” con “ser forra” y era, una forra. Tenía un descaro
impresionante para decir las cosas que me molestaban y lo peor era que las
decía de la peor manera y agreguemosle a eso, que juzgaba. Cuando era más piba
me creía una especie de ojo crítico y juzgaba a todo el mundo, por todo lo que
fueran, me creía perfecta, la reina y que los demás eran mis súbditos, una
pelotuda total.
Cuando fui creciendo mi ego fue bajando, pero mi sinceridad/forreada
creció y en aumento, decía las cosas en la cara, de mala manera y me creía “viva”
por hacerlo. En fin, hoy en día entendí que cada uno es como es, ya sea su
cuerpo, su mente o su personalidad, si aquella persona te cae bien, no le
busques los defectos, ni vos, ni nadie más en este mundo son perfectos, todos
somos diferentes, todos somos almas en busca de encontrarnos a unos mismos, no
hay que juzgar, porque no sabremos cómo puede afectar al otro.